Monday, April 28, 2008

Amor y odio

Cualquiera que lea éstas líneas pensaría que o no me gusta mi trabajo o pudiera estar sumido en una terrible depresión, dado que hablo de la muerte y cosas peores. Pero la verdad es que la razón por la que he escrito sobre la muerte estos días es porque he estado tan rodeado de ella. Ha estado tan presente, amenazando con una emboscada a la vuelta de cada decisión, sorprendiéndome cuando menos le esperaba y tomando un descanso cuando más activa pensaba que se encontraba.

He escrito sobre ella también, porque tengo una relación de amor y odio con ella. No hay una relación más íntima entre dos personas que la que un cirujano tiene con su paciente, en el momento en el que las manos que operan se introducen a alguna parte del cuerpo del operado a través de una puerta artificial, creada con un escalpelo. Tampoco existe, creo yo, un momento más personal que aquél donde se le informa a alguien que va a morir.

La muerte y yo hasta este momento nos hemos entendido bien. Quizás será porque a excepción de mi padrino cuando era más joven, además de mi bisabuela, mi abuela y varias mascotas, la muerte no me ha visitado de una manera intempestiva como a otros. Aquéllos a quienes yo he conocido que han muerto, lo han hecho de una manera planeada, como quien vive ochentaytantos años y un día dice estoy lista. Pudiera ser que eso me haga procesar de una manera más fácil e ingenua el sufrimiento de a quienes estoy dando una mala noticia, aunque yo creo que al revés, me hace más empático, al obligarme a pensar qué pasaría por mi mente si estuviera yo del otro lado.

A veces agradezco la llegada de la muerte, como cuando un paciente ha sufrido ya lo suficiente, cuando la decisión de dejar de “hacerlo todo” es difícil y por fin ella la toma por nosotros. Cuando la veo llegar, aprieto un poco los músculos alrededor de los ojos, como alguien que mira a un ser querido, la saludo, la recibo con gusto. Eso no quiere decir que lo que sigue no sea un duelo a muerte, valga la palabra. El paciente recibirá compresiones cardiacas, si la decisión de no seguir no se ha tomado, los medicamentos serán administrados, los choques eléctricos serán dados. Pero cuando al fin ella gane la batalla, estrecharé su mano y diré “bien jugado”.

Otras veces pienso que es una hija de puta y maldigo la hora en la que se me paró enfrente, escupo en su mano huesuda cuando la pone frente a mí y deseo, con todas mis fuerzas, romper hasta el último hueso de su patético esqueleto. Esas veces que se trata de alguien que murió de una manera inesperada, un Dubois que nunca supe qué fue lo que se lo llevó, un mujer embarazada que caminoalaiglesia fue embestida por un borracho un domingo en la mañana, un borrachito simpático que llegó por una fractura de costilla y salió pies primero después de complicación tras complicación (todas muertes mías, por cierto).

Pero una y otra vez nos encontramos y nos vemos con gusto. A la mejor estoy siendo demasiado soberbio, y la muerte no tiene ni la menor idea de quién soy yo, o de cuál de los cientos de miles de soldaditos vestidos de blanco dispersados por el mundo soy… Sabe de mí como yo sé de el mosquito que me picó en el cuello ayer.

Esta mañana murió Mr. López. A las seis de la mañana que salía yo de mi casa rumbo a un nuevo hospital, una nueva rotación, no podía dejar el equipaje que llevaba cargando del último mes atrás. Llamé al cuarto de residentes, con la excusa de recordarles que hoy no pasaría visita con ellos, pero con el fin real de averiguar cómo estaba Mr. López. He expired at 3 am, dude. Así nadamás. Sin emoción. Sin más. Expired.

Perra muerte. Gracias por venir. Te tardaste. Chinga tu madre.

Fe de erratas (¿licencia literaria, protección de privacidad?).
Cuando la cama del Sr. López ardía, no fueron su esposa e hijas quienes apagaron las llamas y llamaron una ambulancia. Su esposa también ardía bajo el mismo fuego. Ella no tuvo tan buena suerte, ardió y murió mientras dormía. Quizás el que no tuvo tan buena suerte fue él.

2 comments:

Anonymous said...

Oye, cabroncete, me he entretenido un rato leyendote. A ver si el estres del hospital no te impide continuar escribiendo...

- el gilipollas de turno -

adrián said...

"todas muertes mías, por supuesto" -- ¿así te sientes cada vez que se te va uno? ¿sientes que, de alguna forma, después de 50 pacientes muertos, has muerto tú de alguna manera 50 veces? ¿o es tu sentimiento más parecido al de tu colega? he expired. sounds like he was due somewhere.