No soy el primero ni seré el último en escribir sobre estos temas. Otros han sufrido ya por un paciente o disfrutado un día entero de aventurarse dentro de un abdomen agudo tras otro. Así como una palabra de amor no puede nunca ser original, ya que antes se ha dicho ya, no lo puede ser tampoco un ensayo sobre lo que siente un médico al informar sobre el tumor que resulta no ser candidato a ser extirpado.
Qué manera tan elocuente la de Saramago de tocar el tema, “Vengo de lejos, lejos, y canto sordamente / Esta vieja tan vieja, canción de rimas tuertas, / Y dices que la canté a otra gente, / Que otras manos me abrieron otras puertas:”. Se trata de este largo camino que he recorrido, el que me ha depositado sobre esta ciudad fronteriza, tan llena de enfermedad. Canto al unísono de los quejidos de un puñado de enfermos, una canción que antes ha sido entonada ya.
Cuántas veces no he leído esa frase tan trillada y dicha de tantas maneras, esa que describe el sentir del frío metal entre los dedos de la mano derecha y la suavidad con la que la tibia piel que subyace la breve presión de mis dedos da de sí para descubrir una orquesta fisiológica escondida en las entrañas de un desconocido. Cuántas veces mis ojos no se han maravillado al descubrir un hígado o un páncreas, como si fuera la primera vez que tal maravilla se posara ante mí, y cuántas veces no me he detenido justo antes del momento crucial, del preciso momento de cortar el último pedazo de carne que mantiene la mama, el colon, o la vesícula que estoy extirpando y me pregunto… bueno, a veces no me pregunto nada. A veces solamente me detengo, me regocijo en el momento, y continúo.
Hoy, como tantos otros, fue uno de esos días. A las seis y media de la tarde comenzábamos el último caso del día. El postre. El clímax. El orgasmo quirúrgico. Lo que había estado esperando todo el día. Una gastrectomía asistida por laparoscopía. Ayer estuve hasta tarde leyendo y releyendo los pasos para quitarle a alguien un estómago y para luego hacer el trabajo de plomero-albañil que se necesita para que ese alguien pueda volver a tener una función intestinal si no normal, por lo menos cerca de serlo. Me encontraba frente a este ser humano que hasta ayer era un desconocido total y hoy nos preparábamos para tener la relación más íntima que una persona puede tener con otra. La que el cirujano tiene con su paciente al introducir sus manos cubiertas con látex adentro de su cuerpo.
Primero introdujimos la cámara por un agujerito arriba del ombligo. Después un par de instrumentos por otro par de agujeritos. Con ayuda de una bomba de dióxido de carbono, la pared abdominal elevada, echamos un vistazo por doquier de este abdomen que nos ha bienvenido esta noche. El propósito es asegurarnos que el cáncer que corroe su estómago puede ser extirpado. Vemos un par de metástasis en el hígado, uno que otro ganglio, pero parece ser que podemos seguir adelante. Sabíamos desde antes que no operábamos para salvar una vida, sino para evitar una de las complicaciones más terribles de esta enfermedad: la obstrucción estomacal causada por el crecimiento del tumor. Si no operamos, pronto estará vomitando hasta su propia saliva, y tendrá una muerte terrible. Si lo quitamos, de todas maneras morirá, pero lo hará de una manera un poco más pacífica.
Ya que decidimos que es posible remover el tumor, quitamos la cámara y los instrumentos, y ahora sí. A jugar. El cuchillo (el metal frío) en la mano derecha, la mano izquierda estira la piel, en un solo movimiento decidido, la piel se separa y me muestra una capa de grasa ensangrentada. Un par de rascadas con un cauterio después, se asoma la fascia, la cual también cortamos para llegar a la cavidad abdominal de nuevo. Con la ayuda de mi adscrito, mi profesor, mi maestro, y, hay que admitirlo, en este momento en el que no hay nada más en el mundo (ni los mensajes de radio o de texto, ni las elecciones, ni el divorcio de unos padres, ni las deudas sin pagar, nada), mi único amigo, levanto la curvatura mayor del estómago y comienzo a quemar el ligamento gastrocólico para entrar al saco menor (todos éstos términos anatómicos irrelevantes para el filosófico objetivo de este ensayo). Una vez ahí dentro, mi mano se desliza por detrás de este órgano enfermo, para finalmente tocar el tumor.
El tumor. El cáncer. La feyura. El chancro. Listos para sacar esta basura de aquí, nos topamos con una sorpresa. No nos lo esperábamos. Los estudios de imagen no lo sugerían. Por laparoscopía no lo pudimos apreciar. A simple vista, no había signos de que esto fuera a suceder. El tumor ha invadido al páncreas y el espacio retroperitoneal, lo que quiere decir que seguramente el duodeno también está involucrado. Por definición, éste es un tumor no extirpable. No cambia el pronóstico, este desconocido morirá, solo que regresamos al de la horrenda muerte por obstrucción.
Damos por terminada la operación. No hicimos nada. O más bien no hicimos mucho, porque si abrimos, revolvimos y cerramos. Ah, y pusimos unos tubos por aquí y por allá, uno para darle de comer cuando se obstruya y otro para la quimioterapia. Toca hablar con la familia. Que por qué no le quitaron todo el cáncer pregunta la esposa. Que ya sabíamos que era una cirugía paliativa, señora, que su esposo no va a sobrevivir esta enfermedad, por más cirugías y quimioterapias que se le den. Que dice la señora que ella eso no lo sabía. Que ella pensaba que esta cirugía iba a componer a su marido. Que nadie a ella le dijo que se iba a morir. Que por qué a ella, Dios mío, por qué a mí, mi viejito.
“Pero, amor mío, yo vengo a este paso / Y grito, dese la lejanía de los caminos, / Desde el polvo mordido y el temblor / De las carnes maltratadas, / Esta nueva canción con que renazco.” Maldita sea. Es mi mano la que lleva este metal frío, son mis ojos los que vieron ese hígado, mis dedos los que tocaron esta causa de muerte y mis palabras las que no ofrecieron paz. Esta canción que ha sido entonada antes, es mi canción.
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1 comment:
qué poético, panzón. para mí, éste es tu mejor post. entre lo poético, lo filosófico, lo mordaz, la desdicha del paciente y tu pasión por la cirugía, compusiste un chef d'oeuvre de la blogósfera. te felicito.
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